Uno de los grandes genios de la música en general, no solo del Rock, fallecido en 2016 a los 57 años por una sobredosis de fentanilo, un analgésico opioide utilizado para el tratamiento del dolor severo tanto agudo como crónico.
Es imposible resumir siquiera la carrera musical y discográfica de Prince, muy prolífica y variada, por más que se le recuerde siempre por Purple Rain. Y también, cómo no, por su imagen y puesta en escena impactante y, quizás, algo excéntrica.
También es muy conocida la historia de su cambio de nombre artístico; en 1993,
deja de usar el nombre de Prince y adopta para identificarse un símbolo impronunciable que mezcla los símbolos del sexo femenino y masculino. Y entre sus seguidores y los medios de comunicación, incapaces de pronunciar ese símbolo, empezó a usarse algo bastante absurdo, “el artista anteriormente conocido como Prince”. Esto, que se interpretó como una nueva extravagancia y provocación, en realidad tenía una explicación más prosaica: sus desacuerdos con la gestión de su casa discográfica, la Warner Bros, de quien se llegó a considerar un esclavo (literalmente, se pintaba la palabra esclavo en la mejilla en sus actuaciones). La compañía era, de hecho, dueña del nombre de Prince y, por ende, de todo el material editado bajo ese nombre. En 2000, una vez expirado el contrato, Prince recuperó su nombre.
Más allá de su genialidad, su tendencia a la provocación y su extravagancia, Prince fue un innovador en el terreno musical. No se conoce que padeciera ninguna enfermedad mental como tal, más allá de una probable depresión tras el fallecimiento de su hijo recién nacido, pero sí que tomaba opiáceos (de prescripción), se dice que para controlar un dolor crónico de cadera. No hay ningún indicio de que Prince se suicidara, pero sí que habría desarrollado una adicción al fentanilo y, seguramente, abusado del mismo. Por cierto, el fentanilo fue sintetizado en 1959 por Paul Janssen, el padre del haloperidol.
J.U.