¿Qué ha supuesto el COVID-19 para nuestra actividad asistencial a lo largo de 2020? Desde luego ha supuesto innumerables cambios, necesidades de adaptación a situaciones y problemas totalmente nuevos, estrés y sobrecarga, entre otras muchas cosas imposibles de enumerar y matizar de forma exhaustiva. También tiene consecuencias en la asistencia de difícil interpretación en ocasiones y aún de más difícil predicción de su posible impacto en el futuro sobre nuestros servicios.
El dato más relevante es la importante reducción de pacientes nuevos que han accedido a nuestros servicios, casi 3000 pacientes nuevos menos, un 20% menos que en el año 2019. Y no, no solo son personas con problemas relativamente menores, también se detecta una disminución de casi un 25% de nuevos pacientes con diagnósticos de enfermedades mentales graves como la esquizofrenia y el trastorno bipolar. La disminución de nuevos pacientes en nuestros servicios de infancia y adolescencia es menor, pero también relevante, un 12%, y de un 17% en los servicios de adicciones. Los ingresos psiquiátricos en unidades de agudos en Bizkaia se han reducido un 8% con respecto a 2019. Desde luego las restricciones impuestas ante la pandemia han reducido sin duda la accesibilidad a todos los servicios sanitarios, incluyendo la urgencia y retraído en muchos casos a la población en su utilización. Pero es difícil aplicar este argumento para el caso de personas con enfermedades mentales graves en los que la entidad de los síntomas y sus consecuencias hace difícil postergar su atención.
La situación ha afectado también de forma relevante a nuestra actividad presencial, muy especialmente durante los meses de la primera ola; hemos realizado a lo largo del año 27000 consultas presenciales menos, un 18% menos que en 2019, aunque el número de consultas telefónicas se ha incrementado un 235%, 75000 consultas más que en 2019. Aun así, la red asistencial ambulatoria, nuestros CSM, hospitales de día, equipos de TAC, primeros episodios, han mantenido actividad presencial con los pacientes más graves incluso en los momentos de mayor restricción e incrementado los contactos no presenciales. Y, por otro lado, ya desde verano, la actividad presencial se ha prácticamente normalizado, así que con lo que hemos aprendido y las adaptaciones que hemos realizado podremos seguir manteniendo este año una actividad lo más normalizada y cercana posible a nuestros pacientes con la seguridad necesaria.
Y es que, aunque el año se ha terminado, el COVID sigue con nosotros, en estos momentos en plena campaña de vacunación y con la esperanza de que en un tiempo todo, o casi todo, vuelva a la normalidad. Nuestro trabajo y nuestra vida.
J.U.